Este blog se está convirtiendo en una galería de fantasmas, los más tiernos que me acompañan desde un mundo de añejos recuerdos en blanco y negro. Dado el contexto no podía faltar mi querida Edith Piaf, una vida en constante dinámica de demolición/reconstrucción, una voz que resuena sólida desde la aguja del tocadiscos, una belleza austera, como su estatura, como le rue Pigalle.
En una biografía escrita por su media hermana, Simone Berteaut, se hace especial referencia a sus manos, lejos lo más atractivo de la Piaf según la autora. En esta foto se alcanza a notar un poco de aquel encanto.
En realidad, sus manos son como pistilos.
Recomiendo escuchar una de sus canciones más antiguas: Le Brun et le Blond (1943)
Giuseppe Tanino
